miércoles, 14 de diciembre de 2011

Un justo reconocimiento: los aportes de la izquierda nacional

Por Mario Casalla

         En una época en que el facilismo, la comodidad y la fugacidad hacen estragos a nivel del pensamiento, reeditar un libro publicado hace cuarenta años atrás puede parecer una herejía incomprensible. Y no lo es en este caso. Esta obra de Jorge Enea Spilimbergo, El marxismo y la cuestión nacional, ha soportado el paso del tiempo y –como lo buenos vinos- “mejora” con los años.
         ¿Por qué, se me preguntará de inmediato?. No por cierto porque en el medio no hayan pasado “cosas”, ni porque los dos términos que se combinan en el título no se hayan modificado con ese suceder, sino porque lo realmente novedoso fue ponerlos en diálogo y renovar con ello buena parte de la tradición intelectual argentina de mitad del siglo pasado.
“Marxismo” decía allí “cuestión social” y poner ésta en relación directa con la “cuestión nacional”, era un mérito que cosquilleaba entonces tanto por derecha como por izquierda. El viejo nacionalismo argentino era conservador y “patricio”, por lo tanto la cuestión social no era su fuerte, su “anticomunismo” siempre pudo más. Nunca comprendió del todo el drama popular que se jugaba en ese gran escenario que era la patria y por eso muchas veces la confundió con la geografía o con el idioma. Comprensión insuficiente que la privó de desarrollar una teoría rigurosa de lo nacional que -sin lo popular- terminaba en la simple inversión de los íconos liberales. En una guerra santa de fechas y de nombres que agitaba “salones”, pero no las calles.

Néstor Kirchner, un paso después del umbral

Por Mario Casalla

Un año después retorno a estas líneas íntimas que escribí en la semana de su muerte, las sigo considerando vivas en su primer aniversario. Ellas decían que era incómodo escribir desde el umbral. Ni adentro, ni afuera; no hay mesa en la cual apoyarse y la gente circula entrando y saliendo. Un estorbo para todos. Escribo estas líneas el primer lunes hábil después de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner: todavía no ha sucedido “nada” nuevo y sus funerales acaban de pasar. Demasiado tarde   para lágrimas y demasiado temprano para sesudas reflexiones o atrevidas profecías.     Son las tres de la tarde en Buenos Aires y una radio anuncia que –a lo mejor- a las siete habla Cristina. No lo sé, no es seguro. No me molesta tampoco ese silencio. No estoy especialmente urgido de su palabra explícita, porque todavía resuenan y estoy pensando las que (¿circunstancialmente?) lanzó al aire, cuando terminaba la ceremonia fúnebre en la capilla del cementerio de Río Gallegos y se acercaba para un abrazo con las Madres. El periodista al cual iban dirigidas las transcribió así: “Viste, somos peronistas. Siempre andamos en medio del pueblo y del tumulto. No vamos a cambiar justo ahora”. Nadie las ha desmentido y por lo tanto las doy por buenas. Además, me suenan a buenas y también a respuesta –por elevación- a los consejos presurosos de Rosendo (no el bueno, sino el otro) quien, a horas del fallecimiento de su esposo y compañero, la tentó con para una rápida infidelidad política. Al parecer fracasó igual que el Escribano que siete  años antes le presentó a Kirchner una suerte de pliego de condiciones y -al no encontrar eco en el mandatario recién electo- tituló su columna: La Argentina ha decidido darse gobierno por un año”. 

Hernández Arregui, un pensador indispensable

Por Mario Casalla

            El anuncio –por parte de Carlos Piñeiro Iñíguez- de una obra suya, en preparación, sobre Juan José Hernández Arregui y la consiguiente invitación a escribir aquí una breve opinión mía sobre este pensador argentino y latinoamericano, me produjo una doble satisfacción. En primer lugar, porque faltaba una obra que presente y difunda el pensamiento –siempre vivo- de Hernández Arregui, el cuál sobradamente lo merece; y en segundo lugar, porque la calidad humana e intelectual de Piñeiro Iñíguez promete un trabajo sólido y sugerente, tal como en sus anteriores estudios sobre pensamiento latinoamericano.
            He conocido a la persona y frecuentado -más aún- su pensamiento en la obra escrita y, sin lugar a dudas, Hernández Arregui es una referencia indispensable para entender la “cuestión latinoamericana”, desde adentro y sin anteojeras. Escrita a lo largo de breves e intensos doce años (1957-1969, me refiero a sus cuatro obras básicas), los libros de “Hachea” (con ese pie de imprenta circularon siempre entre nosotros!) se vendían entre los jóvenes como pan caliente, mientras las grandes editoriales y los medios culturales los ignoraban con regular puntualidad.
            Es que Hernández Arregui denunciaba aquello que otros preferían ignorar o minimizar (el imperialismo y la consecuente dependencia latinoamericana), al mismo tiempo que –superando la mera crítica intelectual- su pensamiento era propositivo y esperanzador (las luchas nacionales contra esa dependencia política, económica y cultural, unidas y organizadas en torno de un programa de liberación nacional y latinoamericana). Resultaba así doblemente “peligroso”: tanto por el diagnóstico, como por la propuesta; de aquí que la intelligentzia lo silenciara y los gobiernos lo persiguieran. Destino que compartió con no pocos intelectuales latinoamericanos, de ayer y de hoy.
            Por esto el propio Hernández Arregui –contestando las usuales críticas de aquél mundo académico- declaraba por anticipado que sus libros era “de lucha” y que cambiaba “mil citas a pie de página, por una idea”. Y sin embargo, la seriedad de sus trabajos y la profundidad de sus ideas, son hoy reconocidas por quiénes se acerquen a ellas sin los prejuicios del pasado. Es de esperar que este libro de Piñeiro Iñiguez contribuya aún más en esa dirección; más aún, en aquél mismo pasado de los años ’60 y ’70 latinoamericanos, numerosos políticos e intelectuales populares supieron valorar a tiempo la obra de Hernández Arregui. Perón desde su exilio madrileño le agradece emocionado el envío de La formación de la conciencia nacional , catalogándolo como “un libro que sirve para entender y no sólo para leer”  (carta al autor de 1969). Algunos años antes, Rodolfo Ortega Peña reconocería (en su prólogo a la primera edición de ¿Qué es el ser nacional?, de 1963) que la lectura de Hernández Arregui le había “cambiado la vida”; situación que luego se repetiría con numerosos políticos e intelectuales de la izquierda clásica que –desencantados de ésta- comenzarían lentamente a comprender el campo nacional y popular, ingresando a los partidos que lo representaban (el peronismo en la Argentina y otros en los diferentes países latinoamericanos), e irían conformando así una “izquierda nacional” que dialogaría con estos y con el correr del tiempo fundaría sus propias instituciones políticas. Más aún, Hernández Arregui es uno de los primeros promotores  latinoamericanos de esa singular expresión política. Es ésta una característica original de su obra que no quería dejar de mencionar aquí: ese puente de plata que supo tender entre la vieja izquierda latinoamericana y los flamantes movimientos nacionales de liberación, por el cual transitarían después ilustres políticos e intelectuales latinoamericanos; puente que enriqueció (y sigue enriqueciendo) a ambas orillas.
              En segundo y último lugar –a fuer de la necesaria brevedad- quisiera rescatar la certera reflexión de Hernández Arregui sobre el concepto de “nación” en perspectiva latinoamericana, la cual sigue teniendo una extraordinaria vigencia para sus nuevos lectores. El último libro publicado por “Hachea” está expresamente referido a esta cuestión fundamental (Nacionalismo y liberación. Metrópolis y colonias en la era del imperialismo, de 1969), habiendo ya precisos anticipos en La formación de la conciencia nacional  de 1960.
            Al respecto, la “operación intelectual” de Hernández Arregui podría describirse así: 1º) Separar el concepto latinoamericano de “nación” de las tematizaciones europeas y norteamericanas sobre esa misma cuestión. Esto lo llevará a una muy cuidadosa –e implacable- revisión tanto del marxismo-leninismo clásico, como de los diferentes liberalismos; 2º) A partir de lo ganado en el punto anterior, revalorizará el concepto de “pueblo” (que ambos desdeñaban por “populismo”), integrando a su vez los análisis en término de “clase social” cuándo y dónde estos correspondieran; 3º) Sobre tales bases, hablará entonces de un nacionalismo de liberación, distinguiéndolo tanto de los nacionalismos metropolitanos (esencialmente racistas y dominadores), como de los “internacionalismos” declamativos de la vieja izquierda europea (comunista y socialista), traspolados acríticamente por sus repetidores latinoamericanos.
            Como se advertirá, todo un programa intelectual con inmediatas y muy importantes consecuencias políticas. Estas podrán o no suscribirse (en todo o en parte), pero lo que resulta innegable es la valentía y la originalidad con que Hernández Arregui supo en su momento enriquecer el debate ideológico y cultural latinoamericano. Aquél aire fresco -aportado en medio de tanta humareda “inteligente”- nos sigue siendo necesario todavía hoy, para seguir pensando nuestras propias cuestiones y –a partir de ellas- las que el mundo nos propone. Inversión fundamental en la que Hernández Arregui encuentra la compañía de un Arturo Jauretche, un Sergio Almaraz Paz, o un Manuel Ugarte, entre muchos otros intelectuales latinoamericanos de su generación.

Publicado como Opinión, en el libro de C. Piñeiro Iñiguez, Hernández Arregui, intelectual peronista. Pensar el nacionalismo popular desde el marxismo.. Siglo XX, 2007, pág. 228.     
                      
              
           
             
                         

Algunas notas sobre políticos y pensadores

Hernández Arregui, un pensador indispensable
Néstor Kirchner, un paso después del umbral
Un justo reconocimiento: los aportes de la izquierda nacional.

viernes, 2 de diciembre de 2011

El atropello

Hace diez años cayó en mis manos un texto que me sorprendió doblemente. Su título “El juego del ahorcado”, apuntes sobre victimación mediática. Digo me sorprendió doblemente porque andaba yo por ese tiempo muy interesado en el tema de los Medios, asunto del que poco se hablaba en la Argentina, por no decir nada.
El texto describía los mecanismos mediante los cuales los Medios de Comunicación podrían producir la demonización de cualquier figura pública, independientemente de sus cualidades, tanto así como la exaltación de otras, anodinas y de escasa relevancia.  
En estos días la situación de un compañero, vaya uno a saber por qué, me disparó a la memoria aquel texto. Tres eran los requerimientos necesarios para producir el fenómeno de la victimación. Uno: deseo social, dos: condiciones políticas y tres: suficiente poderío y alto nivel de concentración en el mensaje mediático.
Hace muy poco hubo un intento de denostar la figura del Juez de la Suprema Corte de Justicia Eugenio Zaffaroni. Para los que no tienen presente el texto mencionado tal vez no se perciba con nitidez las razones del fracaso en esta intentona. Porque si bien el deseo social, especialmente el de algunos sectores medios, es arreciar contra todo lo que huela a poder del Estado, ni las condiciones políticas ni el nivel de fuego del sistema mediático son lo que fueran hace diez años atrás.
El caso a que me remito es el de un compañero, un intelectual de larga y brillante trayectoria, Mario Casalla. Desde hace algo más de un mes, por motivos entre los que se cruzan internas políticas en la provincia de Salta, envidias personales y otras mezquindades, Casalla es signado por algo que no puede ser: un entregador de la Dictadura. En Marzo de 1976 es separado de su cargo en la Universidad de Salta, puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y sometido a todo tipo de vejaciones. Esto, no obstante, no detuvo ni detiene a sus acusadores, cuyos elementos de inculpación cuanto menos mueven a risa, si no fuera por la desgraciada situación de enlodamiento al que someten al compañero Casalla.
La Ley de Medios, aunque todavía no haya entrado en plena vigencia entre otras cosas por las pequeñas y burdas maniobras judiciales realizadas por jueces (entre ellos uno de los acusadores de Casalla), ha mermado suficientemente el poder de fuego de los Medios. Los grupos monopólicos están desnudos y visibles a una opinión pública que hace una década no los registraba.
Las condiciones políticas tampoco son las mismas, por el elevado nivel de politización de la sociedad y la recuperación del sentido colectivo que tanto el terrorismo de Estado como el terrorismo económico habían llegado a disolver en el país.  
De manera que lo único que queda es un desvaído deseo social de algunos sectores medios que entienden poco y participan menos.
El problema aquí reside en que cuando lo de Casalla termine, como habrá de terminar, siempre quedará esa pequeña bruma sobre el nombre y la trayectoria de nuestro compañero. El Juez Zaffaroni ya ha probado azazmente su inocencia en el caso de los departamentos de su propiedad alquilados para uso prostibulario. No obstante, no faltará quien lo haya dado por cierto la primera vez que lo escuchó, leyó o vio, sin corregir lo que la propia realidad fue corrigiendo.
La lista amplísima, desde el punto de vista ideológico, de intelectuales, sindicalistas, compañeros políticos, artistas, que sostienen a Mario en esto duro trance, a pesar de todo, no logra aliviar la pesadumbre que genera ser víctima de semejante bajeza.
Hay quiénes están acostumbrados a jugar con el nombre de las personas. Nosotros preferimos tener la actitud de aquella copla de Gustavo “el Cuchi” Leguizamón: “qué lindo  es andar silbando medio perdido y ausente, meta querer a la gente que otros van atropellando”.
Horacio Ghilini
Profesor Horacio A. Ghilini. Presidente Centro de Estudios para la Patria Grande. Ex-Secretario general del Sindicato Argentino de Docentes Privados (Sadop). Miembro del Consejo Directivo de CGT.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Apoyos y Testimonios sobre Mario Casalla

El oficio de educar

Por Mario Casalla

Para Ricardo Gómez y Eugenio Pucciarelli que,
sin  proponérselo, me enseñaron este oficio.

         Suele sucederme que ciertos temas próximos –en el conocimiento o en el afecto- no son precisamente aquellos sobre los cuáles he escrito demasiado. La cercanía no ha obrado en mí como acicate literario. Al contrario, los siento a veces demasiado íntimos, demasiado personales, como para exponerlos en público. La Educación es uno de ellos. Hace cuarenta años que soy docente y he escrito muy poco sobre educación, noble arte de enseñar  que tiene como reverso insoslayable el de aprender .
Persisto en él desde el año 1964 cuando –como maestro de escuela primaria- inicié un diálogo a dos voces con la educación y la filosofía. Sin embargo la educación como oficio (cuasi artesanal, por cierto), pudo más en mí que como objeto de estudio o elucubración filosófica. Por eso no voy a romper esa tradición ahora y si debo referirme a la Educación, lo haré como experiencia humana antes que como teoría o sistema de ideas. Me siento más cómodo así.

Testimonio de Rodolfo Hamawi

Conozco a Mario Casalla, desde hace más de 15 años, fui el editor de varias de sus obras.  Lo vi siempre apoyando causas democráticas, populares y latinoamericanas. En un permanente intento de abordar las problemáticas continentales desde una perspectiva renovada que incluía un enfoque interdisciplinario, Casalla organizo encuentros, seminarios en el país y el exterior, convocando filósofos, sociólogos, psicoanalistas, religiosos, lingüistas, en la búsqueda de intensas reflexiones desde una plataforma plural e integradora.
Leo con estupor las acusaciones que le hacen y las decisiones tomadas en la Facultad de Psicología donde ejerce la docencia. Y da la impresión de estar frente a un linchamiento.
Que Casalla fuera secretario académico en la Universidad de Salta en 1975 es sin duda un hecho del que seguramente es difícil enorgullecerse y requiere algún tipo de autocrítica. Pero confundir esto con un delito de lesa humanidad e inferir en base a documentos que nadie ha mostrado que Casalla ha denunciado gente es un desatino mayúsculo.
Tener en 1975 un cargo en una universidad con un gobierno elegido en elecciones democráticas ( por más horroroso que nos parezca) y tener pertenencia política a agrupaciones que apoyaban a ese gobierno, no convierte a esa persona por carácter transitivo en colaborador de las 3 A o de la dictadura. De los errores políticos se puede volver, de la delación  no. La diferencia es central a la hora de juzgar una vida.  
Deberíamos dejar que la justicia avance en la investigación y tomar decisiones en relación a esas conclusiones y no dejarnos arrastrar por especulaciones sin sustento.

Rodolfo Hamawi.
Es Editor. Director Nacional de Industrias Culturales de la Secretaría de la Nación. Miembro de Carta Abierta.

Carta abierta al Sr. Secretario de Derechos Humanos de la Nación Dr. Eduardo Luis Duhalde.

Ni pejertillos ni inquisidores

Estimado profesor:

Sí. Tengo el orgullo de haber sido su alumno en 1973 en la cátedra del Dr. Rodolfo Ortega Peña. Ambos, junto con Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Mario Hernández y Mario Casalla, constituyeron la segunda fase de mi formación política. La primera me vino por pertenecer a una familia peronista, parte de la resistencia al fraude de dieciocho años. Como verá, menciono a Mario Casalla, por entonces un joven salteño de posiciones muy claras y en estos días un nombre ensombrecido por la difamación y la canallada. 

Una aclaración que quiero que usted evalúe en mi argumentación: Soy un paciente de cáncer con buena perspectiva. Se lo menciono para que usted entienda que no me moviliza ninguna intencionalidad mediata.

Vuelvo al tema. En estos días me entero que un pejertillo de la FUA (¿o deberé decir la FUBA?) se ha arrastrado en busca de alguna migaja que lo haga sentir participante de la dolorosa y trágica epopeya por la que, gente como usted o yo, atravesamos durante la negra noche de la Dictadura. Ávido de un segundo de gloria, a costa de quién sea y cómo sea, ha elegido un hombre, un compañero, que desde 1970 a la fecha ha dado acabadas muestras de su coherencia intelectual e ideológica.

El “informe” se completa con el estado demencial de un mediocre de apellido Langer, cuyo mérito mayor es haber redactado composiciones bajo títulos pomposos como “Psiconeurolateralidad”, etcétera, etcétera. Lo que la gente del pueblo conocemos como un vulgar vendemedias, y que le ha servido para colar en lugares en donde la Argentina necesita verdaderos profesionales.

Es usted, quizás, uno de los abogados más avezados del país. No hay duda de que entenderá que ésta es una maniobra vulgar consistente en el aprovechamiento de los tiempos procesales para enlodar el nombre y la honra de una persona. Después, cuando todo se aclare, en algún lugar siempre quedará la sombra de la sospecha. Y si no, pregúntele a Zaffaroni.

Mi querido profe, entre las cosas que aquí se buscan está también la de montar en su cabeza el cónico bonete de los santos inquisidores, como si usted fuera Peñafort o Torquemada. No deje que esto suceda.

En materia de Derechos Humanos hay mucho por hacer: todavía no cerramos el lazo sobre el cuello de José Alfredo Martínez de Hoz, y lamentablemente los secuestradores de Julio López se nos están riendo vaya uno a saber desde dónde. Mientras el pejertillo y el mediocre imaginan que habrán de poder sentar en el mismo banquillo a torturadores y torturados, a perseguidores y a perseguidos. Tampoco se deje.

Le mando un gran abrazo, le reitero mi admiración y si quiere saber quién soy, no tiene más que preguntarle a su hermano Marcelo.

Abrazo afectuoso,

Tato Contissa
Periodista, escritor, profesor universitario, Facultad de Comunicación, Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Su último libro, "Macanas Puras".   

martes, 29 de noviembre de 2011

Bibliografía de Mario Casalla

Artículos-Ponencias-Libros
Y seréis como DiosesEdiciones Juglaría - Rosario - Argentina

Entrevistas (Multimedia)

Anexos
Los orígenes de la Filosofía de la Liberación Latinoamericana
La filosofía de la liberación en Argentina
Carta de Agustín Portela al filosofo Dr. Mario Casalla
Mario Casalla: El Bicentenario, una Comunidad de Naciones

Libros
Razón y Liberación (1973);
Crisis de Europa y reconstrucción del hombre. Un estudio sobre Martin Hei degger (1977)
Tecnología y Pobreza. La modernización vista en perspectiva latinoamericana (1988)
América en el pensamiento de Hegel. Admiración y rechazo (1992)
El sujeto cartesiano. Historia de la Psicología en la Modernidad (1995)
La Tecnología. Sus impactos sobre la educación y la sociedad contemporánea (1996)
América Latina en perspectiva. Dramas del pasado y huellas del presente (tres ediciones 2003, 2005 y 2011)


Además es autor de numerosos libros en colaboración y artículos escritos en diarios y revistas del país y del extranjero

Apoyo de estudiantes de la Facultad de Psicología. Universidad de Buenos Aires (UBA)

Estimado profesor,
Fui alumna suya de Historia y soy alumna de Problemas Filosóficos por que usted es el jefe de Cátedra. El 1er día de clase al cual usted concurrió me acerqué a saludarlo por que siento gran admiración por usted. Ayer nos enteramos de todo lo que está viviendo, no puedo decir nada útil, simplemente que lo lamento  mucho; lamento que los presuntos dichos sean tomados como verdades absolutas sin lugar a la duda. 
Si a usted no le incomoda quería compartir con mis compañeros, algunos de historia, sus palabras; me parece una injusticia que solo se escuchen las campanas que gritan mas fuerte. 
Espero su confirmación.

Debo admitirle que aunque Nietzsche nos haya puesto en aviso que Dios ha muerto y yo esté hace algunos años descreída de su existencia, anoche necesité rezarle y pedirle que si realmente está se haga justicia, con la verdad que su corazón sabe. 

Le deja un cariño enorme, una alumna que lo admira profundamente desde que tuvo la oportunidad de tomar sus clases. 

María Laura Soria
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Querido Dr. Casalla,
Me llamo Marcos y este cuatrimestre cursé Problemas Fil. en su Cátedra, a la vez que asistí a sus teóricos. Hace poco me llegó el mail que ud. nos envió a todos y tuve la oportunidad de que David, que fué mi profesor de prácticos, me contara la situación en la que se encontraba tanto ud. como toda la Cátedra. Desde acá le quería hacerle llegar todo mi apoyo, y sepa que no hay estudiante con el que haya podido hablar al respecto que no esté indignado con lo que pasó. Es increíble lo que unas palabras le pueden hacer a una increíble carrera académica por no nombrar la propia vida de una persona. No baje los brazos profesor. Así como tuve la experiencia de pasar por su Cátedra y por su salón, pueden muchos más también hacerlo, y se perderían de mucho si no lo hicieran... De parte mía, de toda mi comisión y de todos los estudiantes de la Cátedra le digo nuevamente, no baje los brazos! Todos, incluido ud., nos merecemos que siga ocupando ese lugar frente al salón...
Marcos.
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Respuesta de Mario Casalla.

Estimados Marcos y María Laura:

De las múltiples notas de adhesión y reconocimiento que estoy recibiendo, me permito contestar las dos que -personalizadamente- recibí de ustedes, porque me llegaron de manera muy especial. Son ambos alumnos de la cátedra de Problemas Filosóficos en Psicología, en este cuatrimestre en que "sombras" (aunque bien concretas!)parecen haberse ensañado contra mi persona y mi trayectoria docente. No abundaré en detalles sobre esa infamia, porque ya he iniciado las acciones que en ese terreno corresponden y se irán enterando.
Pero sí quiero reconocer y agradecerles muy especialmente la calidez de los comentarios acerca de nuestra relación de estudio y de conocimiento. Para mí la Filosofía -como creo lo han advertido- no es sólo una asignatura, sino una pasión. Y el diálogo fecundo con la Psicología y el Psicoanális la posibilidad de ponerla en acto. Pero nada de ello hubiera sido posible sin ustedes que -en esta docena de martes en que nos vimos- hicieron posible el diálogo con su presencia y participación.
Y en vuestras personas, hago extensivo este reconocimiento a todos los alumnos de la cátedra y a mi pequeño pero muy valioso equipo docente, con el que tuve el gusto de compartir la enseñanza.
Les deseo un muy buen fin de cuatrimestre y de año. Y en lugar de la clásica 'tarjeta postal', les adjunto un artículo mío (que escribí y publiqué hace tres años), llamado "El oficio de educar". Es bien autobiográfico y trata precisamente de esa pasión. Acaso la única que me permite decirle a Marcos que no bajaré los brazos (como me pide) y unirme a María Laura en su rezo por la justicia.
Un abrazo cordial de
Mario Casalla
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Leer Documento: El oficio de educar

jueves, 24 de noviembre de 2011

Testimonio de Juan Carlos Scannone S.I.

Desde 1971 conozco y estimo a Mario Casalla, uno de los integrantes del primer grupo de filósofos de la liberación en la Argentina, al cual tuve el honor de pertenecer. He compartido con él tanto en aquel tiempo como a través de los años, no sólo una sincera amistad sino también un fecundo diálogo filosófico e interdisciplinar en equipos de reflexión. Me refiero tanto a los anteriores al golpe militar del 76, sobre filosofía de la liberación, y acerca de temas latinoamericanos durante las Jornadas Académicas de San Miguel, como también últimamente, en especial desde la fundación -creo que en 1998- del Grupo más tarde autodenominado “Canoa”, en el ámbito de la Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales. Debido a mi consideración por su capacidad intelectual, prestancia académica y rectitud moral lo invité a hacerse cargo de la cátedra de Filosofía latinoamericana y argentina en la Facultad de Filosofía de San Miguel, cuando yo era su Decano. En todos esos años siempre he encontrado en Casalla un pensador profundo, apasionado por el bien común de nuestro país y, por ello, políticamente comprometido, pero que lucha por sus convicciones filosóficas y políticas con el pensamiento, la palabra y los escritos, no de otras maneras.

Por ello me ha llamado dolorosamente la atención y me resulta difícil de explicar tanto lo que algunos han llamado “linchamiento mediático”, que se ha estado dando en el último tiempo, como, aún más, que se lo haya suspendido en su calidad de profesor de la carrera de psicología de la UBA, contra el consabido principio de derecho, que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Según creo, de esa manera se han conculcado sus derechos como persona y como profesor universitario.

Espero que este testimonio pueda ayudar a que la cuestión se esclarezca totalmente en manos de la justicia, y se logre la patencia de la verdad con respecto a esa penosa situación.

Juan Carlos Scannone
Es teólogo y filósofo de la liberación. Profesor de la Facultad de Filosofía y autor de los libros "Nuevo punto de partida para la filosofía latinoamericana" y "Religión y Nuevo Pensamiento"

Testimonio de Claudio Corriés

El linchamiento mediático del que es objeto el Dr. Mario Casalla, profesor de la UBA, basado en supuestos documentos de inteligencia de la Dictadura mancha el prestigio de la Secretaría de Derechos Humanos (en la persona de su representante en Salta) y nos refiere al terror de "algo habrá hecho".

Ha de ser la justicia, en nuestra ganado estado de derecho, quien determine las responsabilidades del caso y no la vindicta política de quienes pretenden ganar espacio interno en base a la estigmatización.

La presunción de inocencia -concepto que la Facultad de Psicología de la UBA aparentemente desconoce- es una base de nuestro estado de derecho.

Escaso favor para la lucha en favor del juicio y castigo para los cómplices civiles de la dictadura es poner a los adversarios políticos en esa vereda.

Pretender que Casalla sea dos veces víctima, la primera vez en 1976 cuando fué expulsado por "subversivo" de la Universidad de Salta y la segunda ahora con una imputación mediática sólo describe al denunciante y no al denunciado.

No sólo que el fin no justifica los medios sino que a través de los medios se puede inferir cuál es el verdadero fin.

El prudente silencio de los organismos de Derechos Humanos frente al hecho no hace más que dejar en evidencia la maniobra política con la que se pretende estigmatizar a un pensador argentino con quien se puede acordar o disentir, situación que no nos otorga el derecho de ponerlo del bando de quienes pretendieron hacer poner de rodillas a un pueblo que lucha por ponerse de pie.

Claudio Corriés
Es Secretario Nacional de SADOP y ex Secretario General de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y de la Cultura

Comunicado de los miembros de CANOA y de la Asociación de Filosofía Latinoamericana

Los miembros de CANOA y de la Asociación de Filosofía Latinoamericana repudiamos los infamantes agravios de los que es víctima Mario Casalla y publicados por quienes falsifican aviesamente su trayectoria

La vida y la obra de Casalla, de amplio conocimiento público y académico, es la de lucha por la liberación de los pueblos y la dignidad de las personas y testimonio pluralista de consistentes convicciones democráticas.

Manifestamos nuestro enérgica condena a todo linchamiento público, sea realizado desde los medios o en ámbitos controlados por quienes construyen el ocultamiento de la verdad. Este es el intento de linchamiento de una persona portadora y testimonio de valores, de integridad humana y cívica, siempre y en los momentos más trágicos de nuestra historia.

Las trascendidas calumnias de las que es víctima Mario Casalla no hacen mella en su buen nombre y honor, en los muchos que lo conocemos, compañeros o alumnos; pero no responderlas deja lugar para la reproducción de la infamia. Por eso transcribimos a continuación la pormenorizada respuesta de Mario Casalla.

Los Heraldos Negros

Por Mario Casalla

Ante difamaciones sobre mi persona insistentemente difundidas con el ánimo evidente de agraviarme y desprestigiarme, basadas en supuestos “documentos de época” y  abun-dantes comillas que ponen en mi boca palabras que nunca dije, en una nota que jamás presenté, digo;

1. Que fui cesanteado por la dictadura militar como docente de la Universidad Nacional de Salta al producirse en golpe de estado de 1976, aplicándoseme la de-nominada “ley antisubversiva” y que por más de una década perdí el ejercicio de la profesión docente. Compartí así el destino de cientos de trabajadores y estu-diantes salteños y del resto del país. Por tanto -si se me quiere ubicar- búsque-seme en la lista de las víctimas y no en la de enfrente, como intencionalmente algunos pretenden hacer.

2. Que sólo al retorno de la democracia en el año 1983 –como cientos de docentes universitarios- solicité mi reincorporación administrativa ante las autoridades de la UNSA y simultáneamente inicié la demanda judicial contra aquélla resolución militar, la cual gané. La UNSA aceptó mi reincorporación como docente en 1987, que yo no hice efectiva por estar ya radicado en Buenos Aires. Que tengo una vasta obra escrita que va desde mi primer libro en 1973, “Razón y Liberación. Notas para una filosofía latinoamericana”, hasta el reciente “América Latina en perspectiva. Dramas del pasado, huellas del presente”  (2011). Allí está lo que yo creo, pienso, estudio y enseño como intelectual comprometido con la realidad argentina y latinoamericana de los últimos 45 años, y no en supuestos “informes secretos” de los represores y genocidas del proceso militar.

3. Que siempre he sido un intelectual comprometido con las luchas y debates polí-ticos en los lugares que he vivido, pero mis compromisos, mis rechazos o mis adhesiones (en Salta o en Buenos Aires) han sido, son y serán siempre políticas: es decir con las reglas de disputa propias de una democracia viva y participativa, con la pluma y la palabra, con el ejercicio de los debates y las críticas que se hacen y reciben de frente y en buena ley, no por otros medios.

4. Que he iniciado en Salta las acciones legales del caso, así como las que corres-ponden por difamaciones y agravios públicos. Pero, dado que el tiempo de la Justicia es siempre menos veloz que el de los  Heraldos Negros, mientras tanto deberemos seguramente soportar nuevas diatribas y difamaciones. Pero, a la larga, la verdad siempre aparece. Agradezco en tanto las múltiples adhesiones reci-bidas y quedo a vuestra recíproca.

Mario Casalla

Buenos Aires, 1° de noviembre de 2011

La Mala Hora

Por Mario Casalla

De regreso de la ciudad de Salta, donde me he interiorizado de los pormenores jurídicos y políticos utilizados allí para difamarme y perjudicarme, creo oportuno señalar ahora:

1.Que no existe causa judicial alguna personalizada en mi nombre, sino que he sido in-volucrado –junto a otras personas- en una causa que se tramita ante un Juzgado Federal de esa provincia.

2. Que todavía no he sido citado formalmente para realizar el descargo que corresponde, lo cual haré de inmediato y en el momento en que me sea requerido. Ya he designado en Salta al estudio jurídico que se encargará de esa tramitación, de acuerdo con los tiempos y procedimientos que la justicia fija para estos casos.

3.Que no sólo es mi deseo colaborar con la justicia tal como corresponde, sino que lo considero un gesto de solidaridad activa para con la víctima que allí se investiga y con la violación de los derechos humanos que –en Salta y en todo el país- asoló a miles de ciudadanos durante la reciente dictadura militar. He sido yo mismo una de ellas en la Universidad Nacional de Salta, de donde fui dado de baja en 1976 por la intervención militar (por “subversivo”).

4.Que dado que los tiempos judiciales -sabido es- no se corresponden con los políticos y sociales, soy mientras tanto objeto directo de una campaña de desprestigio y difamación personal llevada a cabo por un reducido (pero muy activo) grupo de personas que –bajo la aparente indignación y descubrimiento de supuestos “antecedentes” salteños- distri-buyen y buscan mi desprestigio en ambientes universitarios y profesionales. Esto pa-radójicamente con fuentes y método de inteligencia muy parecidos a los que se utiliza-ban en aquellos años de dictadura, pero ahora con el evidente propósito de forzar un rápido “linchamiento público” de mi persona, aún antes de que la causa judicial co-mience.

5.Oportunamente daré a conocer los nombres y aportaré las pruebas del caso e iniciaré también aquí las acciones y demandas judiciales que correspondan. En tanto es de espe-rar que éstas se centren en los responsables directos y no en otras personas que –desprevenidas o espontáneamente- contribuyen con esa campaña, de la que en el fondo son también víctimas indirectas.

En su novela corta “La mala hora” –centrada precisamente en una guerra de pasquines ocurrida entre habitantes de un pequeño pueblo- García Márquez pone en boca de per-sonajes este breve diálogo: “Volverán –dijo- . La vergüenza tiene mala memoria. Si por lo menos supieras quién los pone”. A lo cual su interlocutor responde: “El que los pone lo sabe”. Es de esperar que tengamos aquí un final más noble y más justo que en esa obra literaria.

Mario Casalla

Buenos Aires, 11 de noviembre de 2011

El Caso Casalla. Linchamientos mediáticos

Fuente Original: http://pajarosalinas.blogspot.com/2011/11/el-caso-casalla-linchamientos.html



Pensaba desmenuzar y explicar los hechos, pero éstos se desencadenaron definitivamente esta mañana, con la publicación de esta nota en Página 12. Vi a Casalla tres veces en mi vida, pero tengo amigos comunes, sé en que circunstancias está siendo acusado, y a pesar de lo que me han dicho altas fuentes de la Secretaría de Derechos Humanos (que dicen contar con evidencia suficiente como para que se lo procese) hasta dónde yo se (y he leido el documento que se le atribuye y lo autoinculparía) no está para nada probado que Casalla haya entregado a ningún compañero.

Juan Salinas



Linchamientos mediáticos

Por Teodoro Boot



La suspensión de Mario Casalla de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y el pedido de juicio académico a raíz de una denuncia de la Secretaría de Derechos Humanos es lo más parecido a un linchamiento que se ha podido ver en los últimos tiempos.

Para empezar, Casalla está denunciado, no procesado.  Y muchísimo menos, condenado.  ¿Y la presunción de inocencia?

La denuncia fue presentada por el delegado en Salta de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Martín Ávila, quien solicitó a la Justicia indagar a Casalla como presunto “autor mediato de la privación ilegal de la libertad de Miguel Angel Arra”, docente de la Universidad Nacional de Salta (UNSA), secuestrado en 1975 y desde entonces desaparecido.

Ávila “solicitó a la Justicia indagar a Casalla como presunto autor” mediato de esa desaparición…  Y antes de seguir, una digresión: en sus declaraciones al diario Página 12 el señor Ávila formula afirmaciones aventuradas (“cuando la dictadura te quería echar te acusaba de subversivo”) sobre asuntos sobre los que evidentemente mucho ignora, pero además carece de la menor sensibilidad o curiosidad por saber qué significó en la vida cotidiana de los sancionados la “prescindibilidad por actividades subversivas”. ¿Tiene idea el señor Ávila de la cantidad de compañeros –además de los que cayeron como moscas– que debieron buscar exilios internos, perdieron sus carreras y sus oficios o se vieron obligados a tener de ahí en más empleos precarios, en negro y en no pocas ocasiones con nombres de fantasía? ¿Qué es lo que cree? ¿Qué era chiste ser declarado “prescindible por desarrollar actividades subversivas”?

Debería buscar otro argumento para justificar que “el marcador” Casalla haya sido expulsado de la Universidad de Salta por “desarrollar actividades subversivas” que la liviana afirmación de que cualquiera era declarado prescindible por esas razones. Algo que no es verdad en absoluto: me consta personalmente que esa medida no era necesaria para desplazar a nadie de la administración pública o para que alguien se autodesplazara “voluntariamente”.

Por otra parte, el señor Ávila debería aclarar que, según el propio informe de inteligencia en que basa su información, redactado por la SIDE en 1980, vale decir, durante la dictadura, la expulsión de Casalla de la Universidad de Salta por “actividades subversivas” no es una mención extemporánea sino el corolario de una larga serie de informes en los que fue reiteradamente acusado de “marxista”, “marxista leninista”, “peronista revolucionario”, “subversivo”, en sintonía con la entonces vigente doctrina de la seguridad nacional para la que se podía pasar de peronista a castrocomunista, maoísta o trotskista automáticamente y sin solución de continuidad.

Luego de hacer constar la expulsión de Casalla de la Universidad por actividades subversivas –ya dijimos, corolario de esa larga serie de partes que abonan esa conclusión– el informe de inteligencia adjunta la trascripción de un escrito, sin firma, sello ni membretes, en el que, tres años después, Casalla solicitaría la revisión de su cesantía. Escrito donde figura el párrafo que el señor Ávila reproduce. Vale decir, se trata de un párrafo autoinculpatorio, si es que efectivamente Casalla fue autor de ese escrito, cosa que en la entrevista de Página 12, Casalla niega.

A juicio de quien escribe, aún de ser auténtico, sólo con prescindencia del marco, momento, circunstancia e interlocutores, ese escrito podría ser considerado autoinculpatorio, pero habrá que ver su autenticidad.

De todas maneras, el señor Ávila sfirma que existen otros elementos de prueba para sostener la acusación de la Secretaría, elementos que se develarán cuando comience el proceso. Lo que requiere, claro, que el juez considere pertinente la acusación y llame al acusado a indagatoria, cosa que, hasta donde se sabe, todavía no ocurrió.

Quienes venimos siguiendo el caso por algunas notas periodísticas de medios salteños que han sido difundidas en algunos círculos políticos, intelectuales y profesionales, no debiéramos asombrarnos mucho por la barbaridad perpetrada por el consejo directivo de la facultad de Psicología: está a tono con la ignorancia de los tiempos y los prejuicios atávicos de ciertos sectores sociales que los motivan a dar crédito a los “análisis” políticos y los relatos históricos como el de estas notas escritas, seguramente de buena fe, por una periodista salteña, evidentemente en base a informaciones provistas por la delegación local de la Secretaría de Derechos Humanos.

Ha de ser a eso a lo que alude Casalla cuando habla de “la política salteña” y evidentemente no correspondía al tema del periodista de Página 12 preguntarle al respecto. Alguien se ocupará de aclararlo. Lo que interesa aquí, pues se conjuga con el prejuicio con que algunas personas observan la época, es el increíble análisis político‑periodístico según el cuál la agrupación salteña Reconquista, la organización Guardia de Hierro, el fantasmático sello De pie junto a Isabel “o sea (!!!!) las Tres A”, dice la periodista, eran la misma cosa.

(Para algunas personas los peronistas debemos ser como los chinos, puestos que nos ven a todos iguales)

Si Reconquista y las Tres A eran la misma cosa, Casalla y los demás miembros de la agrupación Reconquista (Armando Caro Figueroa entre ellos) son cómplices de los homicidios de las Tres A, y Casalla y otros profesores adherentes al gobierno de entonces (que más allá de gustos, méritos y enormes defectos, era el gobierno legalmente constituido y democráticamente elegido por la mayoría de los ciudadanos) son responsables mediatos de la muerte de todos aquellos colegas cesanteados de la Universidad de Salta por desarrollar actividades “subversivas y marxistas”. Hasta el 24 de marzo de 1976, porque después del golpe de estado, ya se sabe, la acusación de desarrollar “actividades subversivas” era un simple artilugio administrativo, no era en serio, y no conllevaba riesgo para nadie. No lo digo yo: lo dice el delegado en Salta de la Secretaría de Derechos Humanos.

Pero no por no sorprender, la medida del consejo directivo de la facultad puede dejar de horrorizarnos, ya que se suspende a un profesor por una acusación, se suspende a un acusado que no ha sido ni siquiera indagado y que todavía no fue sometido a proceso. Yo no sé si los integrantes del consejo de la facultad de Psicología tienen conciencia de lo que han hecho. Probablemente no: son psicólogos. Pero al menos deberían consultar con un abogado.

Según el código napoleónico que creo entender en ese sentido nos protege, Casalla sigue siendo inocente de los cargos que presenta la Secretaría de Derechos Humanos la que, hasta donde es sabido, no juzga ni dicta justicia sino que en este caso, acusa. Hay del otro lado una defensa y un tribunal que, tras un proceso, dicta sentencia.

En ese proceso deberá demostrarse que Casalla “marcaba” personas para que la policía salteña (pues parece claro que la Triple A estaba integrada en Salta por sus efectivos) acabara con ellas. De ser así, le corresponderá el castigo pertinente, pues se trata de la complicidad con crímenes de lesa humanidad. Si es culpable, no antes. Y para no prejuzgar, conviene tener presente que la acusación se basa en un informe de los servicios de inteligencia de la dictadura, de por sí incoherente y contradictorio que, por algún motivo, la Secretaría de Derechos Humanos da por fidedigno.

El consejo de la facultad de Psicología acaso presidido por el psicoanalista Lynch, ya ha condenado al profesor Casalla. Aún antes de que el magistrado que debe sustanciar la causa se entere de que Casalla existe. Es apresurado, aberrante, ilegal y violatorio de un derecho humano muy básico y elemental, que es el de la presunción de inocencia.

La delegación salteña de la secretaría de Derechos Humanos aplaude alegremente la medida y echa leña al fuego de esta nueva quema de brujas mediática.

Menos mal que Martín Avila está para defender los Derechos Humanos y no para violarlos.