miércoles, 30 de noviembre de 2011

Carta abierta al Sr. Secretario de Derechos Humanos de la Nación Dr. Eduardo Luis Duhalde.

Ni pejertillos ni inquisidores

Estimado profesor:

Sí. Tengo el orgullo de haber sido su alumno en 1973 en la cátedra del Dr. Rodolfo Ortega Peña. Ambos, junto con Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Mario Hernández y Mario Casalla, constituyeron la segunda fase de mi formación política. La primera me vino por pertenecer a una familia peronista, parte de la resistencia al fraude de dieciocho años. Como verá, menciono a Mario Casalla, por entonces un joven salteño de posiciones muy claras y en estos días un nombre ensombrecido por la difamación y la canallada. 

Una aclaración que quiero que usted evalúe en mi argumentación: Soy un paciente de cáncer con buena perspectiva. Se lo menciono para que usted entienda que no me moviliza ninguna intencionalidad mediata.

Vuelvo al tema. En estos días me entero que un pejertillo de la FUA (¿o deberé decir la FUBA?) se ha arrastrado en busca de alguna migaja que lo haga sentir participante de la dolorosa y trágica epopeya por la que, gente como usted o yo, atravesamos durante la negra noche de la Dictadura. Ávido de un segundo de gloria, a costa de quién sea y cómo sea, ha elegido un hombre, un compañero, que desde 1970 a la fecha ha dado acabadas muestras de su coherencia intelectual e ideológica.

El “informe” se completa con el estado demencial de un mediocre de apellido Langer, cuyo mérito mayor es haber redactado composiciones bajo títulos pomposos como “Psiconeurolateralidad”, etcétera, etcétera. Lo que la gente del pueblo conocemos como un vulgar vendemedias, y que le ha servido para colar en lugares en donde la Argentina necesita verdaderos profesionales.

Es usted, quizás, uno de los abogados más avezados del país. No hay duda de que entenderá que ésta es una maniobra vulgar consistente en el aprovechamiento de los tiempos procesales para enlodar el nombre y la honra de una persona. Después, cuando todo se aclare, en algún lugar siempre quedará la sombra de la sospecha. Y si no, pregúntele a Zaffaroni.

Mi querido profe, entre las cosas que aquí se buscan está también la de montar en su cabeza el cónico bonete de los santos inquisidores, como si usted fuera Peñafort o Torquemada. No deje que esto suceda.

En materia de Derechos Humanos hay mucho por hacer: todavía no cerramos el lazo sobre el cuello de José Alfredo Martínez de Hoz, y lamentablemente los secuestradores de Julio López se nos están riendo vaya uno a saber desde dónde. Mientras el pejertillo y el mediocre imaginan que habrán de poder sentar en el mismo banquillo a torturadores y torturados, a perseguidores y a perseguidos. Tampoco se deje.

Le mando un gran abrazo, le reitero mi admiración y si quiere saber quién soy, no tiene más que preguntarle a su hermano Marcelo.

Abrazo afectuoso,

Tato Contissa
Periodista, escritor, profesor universitario, Facultad de Comunicación, Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Su último libro, "Macanas Puras".   

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