Por Mario Casalla
De regreso de la ciudad de Salta, donde me he interiorizado de los pormenores jurídicos y políticos utilizados allí para difamarme y perjudicarme, creo oportuno señalar ahora:
1.Que no existe causa judicial alguna personalizada en mi nombre, sino que he sido in-volucrado –junto a otras personas- en una causa que se tramita ante un Juzgado Federal de esa provincia.
2. Que todavía no he sido citado formalmente para realizar el descargo que corresponde, lo cual haré de inmediato y en el momento en que me sea requerido. Ya he designado en Salta al estudio jurídico que se encargará de esa tramitación, de acuerdo con los tiempos y procedimientos que la justicia fija para estos casos.
3.Que no sólo es mi deseo colaborar con la justicia tal como corresponde, sino que lo considero un gesto de solidaridad activa para con la víctima que allí se investiga y con la violación de los derechos humanos que –en Salta y en todo el país- asoló a miles de ciudadanos durante la reciente dictadura militar. He sido yo mismo una de ellas en la Universidad Nacional de Salta, de donde fui dado de baja en 1976 por la intervención militar (por “subversivo”).
4.Que dado que los tiempos judiciales -sabido es- no se corresponden con los políticos y sociales, soy mientras tanto objeto directo de una campaña de desprestigio y difamación personal llevada a cabo por un reducido (pero muy activo) grupo de personas que –bajo la aparente indignación y descubrimiento de supuestos “antecedentes” salteños- distri-buyen y buscan mi desprestigio en ambientes universitarios y profesionales. Esto pa-radójicamente con fuentes y método de inteligencia muy parecidos a los que se utiliza-ban en aquellos años de dictadura, pero ahora con el evidente propósito de forzar un rápido “linchamiento público” de mi persona, aún antes de que la causa judicial co-mience.
5.Oportunamente daré a conocer los nombres y aportaré las pruebas del caso e iniciaré también aquí las acciones y demandas judiciales que correspondan. En tanto es de espe-rar que éstas se centren en los responsables directos y no en otras personas que –desprevenidas o espontáneamente- contribuyen con esa campaña, de la que en el fondo son también víctimas indirectas.
En su novela corta “La mala hora” –centrada precisamente en una guerra de pasquines ocurrida entre habitantes de un pequeño pueblo- García Márquez pone en boca de per-sonajes este breve diálogo: “Volverán –dijo- . La vergüenza tiene mala memoria. Si por lo menos supieras quién los pone”. A lo cual su interlocutor responde: “El que los pone lo sabe”. Es de esperar que tengamos aquí un final más noble y más justo que en esa obra literaria.
Mario Casalla
Buenos Aires, 11 de noviembre de 2011
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